30 ago 2013

Gfrv

Las nubes aterciopeladas, te producía una sensación de frescura cuando salías de la habitación para oler el aire de afuera. Mi pecho se lleno de brillantes estrellas con los ojos cerrados y la luz del sol de frente. Mi vestimenta seguía erguida a mi cuerpo, neutra y gris oscuro. El espacio de sobriedad que ocupaba mi mente en ese instante me hacía volar al exterior de mi alma, alzando los brazos como si fuese la única persona viviente en la ciudad. Como si eso fuese quién realmente soy. Unos minutos después ya sentía mis piernas des-acalambradas, y volví al lugar donde antes estaba perteneciendo. Volví a mi interior.