2 jul 2010

Sin título

El mundo es una frustración como también lo suele ser la fluctuación pero llego la primavera decadente bien en el fondo del otoño, que se envuelve en los rizos de las hojas azules del invernadero, y los pies se tambalean al escuchar como un rasguño deshace las paredes de tela en el mar.
Este hundimiento que no llega a tocar el piso del cobertizo del sótano de la casa de la anciana de la esquina, son hechizos que hacen florecer los lápices y las carreteras del sudeste. Eso mismo paso cuando el viento y las torres comenzaron a pensar en las formas, en la unión del pasado, pero que futuramente sean provenientes de la cercanía del alma. Inversamente así son los días que jamás recordaras, con las palpitaciones de las cuerdas y la comodidad de un espacio, de una silla.
Esos dibujos azulados, como el recorte de un diario, reflejan el sentido donde la mirada suele detenerse en la pausa, en donde alentiza el rigor y la firmeza.
Aunque igual esta perdido, las zonas se aclaran como la luz de la lámpara, se rostizan y se trasforma en otro elemento. Y hablando de la sal, la oscuridad tiene final, como una regla y su medida.

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