26 mar 2009

Aire

Cuando caes con tus manos atadas, no sentís el frió calor del suelo, lentamente tu cabeza empieza a retorcerse en cámara lenta; se escucha un golpe que aturde los huesos de las raíces de las semillas. Tus ojos comienzan a tiritar de la hipotermia, de esas gruesas espinas reflejadas en la orilla de un espejo fracturado.